miércoles, octubre 10, 2007

Un mercenario entre Irmandiños (I) - Viernes

Después de haber ido el anterior año tenía muchas ganas de volver a jugar Irmandiños, el juego de rol montado por la vicepresidencia del BNG en la Xunta contando con los geniales tíos de 13 Negativo, que ya antes de Irmandiños habían montado hace dos años un macrovivo de 550 personas en Santiago, al que también había ido con muchos otros roleros de Ourense y fue muy entretenido, por eso el año anterior ni lo dudé en apuntarme. Este año, la segunda edición, apuntaba mejor, al menos para los de mi bando, los mercenarios irmandiños, porque teníamos un grupo de cazarrecompensas tras nuestras cabezas, y muchos irmandiños tampoco nos querían mucho. Es decir, parecía interesante y entretenido, aunque la realidad demostró ser mucho mejor.

Al juego iba a ir con un amigo, Efa (que nadie se raye con el nombre, el apodo viene de un Pj suyo en un juego de rol), aunque me apunté junto con otros mercenarios del año pasado que nos organizamos para ello. Después me enteré de que más amigos y conocidos se habían apuntado, en algún caso lo descubrí en la propia estación de buses. La espera allí tampoco fue muy larga, y menos mal que el bus llegó tarde porque llegamos a la estación muy justos, por olvidarnos de los cinturones. Aún así fuímos los primeros en llegar al castillo, y tuve el "honor" de inaugurar el campamento.

Fue muy interesante ver como este año la organización aprendió de sus pequeños errores del año pasado, en la entrada verificaban las armas y te daban la comida y el material, incluyendo una pulsera de vida que controlaban estrechamente. Lo sé porque perdí la mía pronto y no me dieron una nueva, sino que te daban una de las que se habían encontrado caídas en el suelo. Así que si la perdías y no la encontraban, mala suerte, a usar tu segundo PJ (con una vida menos), supongo. Bueno, estricto pero justo, bien.

La verdad es que no me moló ver donde nos colocaron a los mercenarios, los primeros según se entra, y un poco aislados. Al principio pensé incluso que sería para facilitar el trabajo a los cazarrecompensas (se infiltraban, nos mataban en las tiendas y se iban sin que los demás se enterasen), después ví que, como en cierta forma dicta el sentido común, en las tiendas se está fuera de juego, así que eso no podría ser. De hecho eramos los que más cerca estábamos de la hoguera del centro, así que como mucho nuestra colocación se podría interpretar como una forma de asegurarse que eramos leales.

Lo que no me gustó tanto fue el tema de ver tantos bichos en las tiendas. Como llegué de primero me pude permitir mirar casi todas las tiendas de mi grupo y elegir, y la verdad es que todas estaban más o menos igual de infestadas, así que acabe escogiendo en base a que no diese mucho el sol y punto (no sabía que luego fuese a hacer tanto frío). En todo caso eso luego tampoco tuvo mucha importancia, en la tienda estabas el tiempo de dormir (que tampoco fue mucho) y poco más. Según llegaba la gente era el momento de saludar a los compañeros del año pasado e ir conociendo los nuevos, al tiempo que era la hora de comer. Bueno, en realidad eso comenzó ya al bajar del bus, cuando ví a Conan, que confirmó que lo que decían en el foro era cierto: este año era un PNJ, nuestro capitán, un papel que ya había adoptado de facto el año pasado y que supo interpretar muy bien.

Después de todo eso comenzó la partida, se nos concentró para darnos indicaciones sobre la historia y darnos a conocer las nuevas reglas y las normas. Después, ya dentro de juego hubo alguna arenga, y ya entonces los mercenarios comenzamos a montarla. Si ya nos habíamos colcado detrás de los irmandiños, nos separamos más de ellos, los rodeamos con un semicírculo tras ello, y el bien llamado Hulk se erigió en nuestro portavoz para exigir el pago que nos debían los irmandiños, 50 maravedies (uno por cabeza). Hubo una batalla dialéctica, que no nos dejó convencidos, y fue sólo el preludio de lo que vendría.

Luego fue el momento de las pruebas físicas, en las que creo que dí la talla en la mayoría de los casos (fuí el primero de mi ejército en acertar con la lanza en el escudo, quedé segundo de diez en la prueba de carrera, y pude con tres fuertes compañeros en la prueba de la cuerda). Mientras las hacíamos hubo roces con irmandiños, como la fidalga Morgana, y llegamos a tener una gran discusión con el capitán irmandiño, Alonso de Lanzós, y su conselleiro, a los que rodeamos todos los mercenarios exigiendo nuestro pago. Ellos decían que se lo habían dado a los que habían negociado en nuetsro nombre, nosotros sabíamos que eso no era cierto, así que la tensión llegó a estar muy alta, y Conan llegó a comentar en una de las apartadas reuniones que hacíamos los mercenarios la posibilidad de que nos fuesemos del campamento ese mismo día, y que teníamos varias posibilidades, entre ellas la de ayudar al jefe de armas de los Zúñiga a hacerse con el castillo, pues el crío que ahora era vizconde no era más que un títere en manos de Fonseca que poco duraría.

En realidad nuestra situación era muy complicada, porque en esta partida desapareció nuestro tesoro común (unas 250-300 monedas que habíamos conseguido en la anterior partida), y estabamos casi forzados a estar con los irmandiños, al haber 50 cazarrecompensas en el castillo queriendo nuestras cabezas. La oferta de los Zúñiga serviría para acabar con ellos, pero lo que pudieran hacer los 100 Fonseca era una incógnita, así que el asunto estaba muy poco claro.

Todo esto fue muy divertido, pero tuvo como desventaja que no pudimos hacer más de un tiro por cabeza en la prueba de arco, contra los cuatro que pudieron hacer los demás irmandiños (uno de prueba más tres que puntuaban ), porque ya estaba anocheciendo. Más tarde, creo que después de cenar, entraron en escena los fidalgos, que nos ofrecieron 48 monedas, una por cabeza (no llegamos a estar los 50 que se supone que se apuntaron). Ese dinero no se repartió, sino que se convirtió en un fondo común. El acuerdo se haría público luego, pero no se diría que había una cláusula secreta que nos obligaba a protegerlos. Hasta entonces tendríamos que hacer como si nada hubiese cambiado y estuviésemos cabreados todavía.

Bueno, volviendo a después de las pruebas, había que elegir un comandante para los comandos, que ya habíamos creado antes de las pruebas, y elegir nombre del comando. Hubo varias propuestas, pero finalmente una de las mías, la de Leones de Castilla (bueno, creo recordar que era mía, vamos) gustó a los demás. Por cierto, unos compañeros muy cojonudos ;) No es que fuésemos unos portentos físicos (salvo nuestro puntal, Sombra) ni llevásemos casi ninguno grandes armaduras, pero de alguna forma teníamos tendencia a ir en primera fila, como demuestra que los dos primeros jugadores en jugar con su tercer personaje el sábado eran de nuestro comando, de entre los irmandiños. No eramos el comando más preparado, pero sí uno de los más valientes :)

Era ya hora de cenar, mientras las reuniones y comentarios seguían. Nos sentamos en las mesas del final, todos juntos, dada nuestra tensión con el resto de irmandiños, y comimos la fría comida. No me apeteció mucho el churrasco, así que me hinché a criollos y patatas rancias, e intenté beber un poco del vino tinto, que no era muy allá. El blanco del día siguiente fue mejor. De todas formas era regalado, así que menos da una piedra.

La disputa con Lanzós y su conselleiro se había concluído con un acuerdo para llevar el tema ante el tribunal irmandiño, y eso se hizo por la noche, alrededor de la hoguera. Salieron muchísimas personas a hablar, dijeron muchas tonterías (y algunas verdades) sobre nosotros, y después de muchas discusiones (y acuerdos y conversaciones al oído) las cofradías votaron. Todas nos aceptaron al final, y sólo una puso una objeción que no recuerdo, así que no debía ser importante :P Fue en ese consejo cuando se hizo público el acuerdo con los fidalgos, supongo que ello influyó en el votó de las demás cofradías.

Recuerdo que esa noche se repartieron unas antorchas, y yo me estaba cagando en todo porque pensé que igual este año se repetiría la tontería del anterior, de ir con eso hasta el castillo a exigir que nos los entregasen. Claro, no me hacía ni pizca de gracia pegarme la pateada si no era para luchar. La lógica me decía que eso ya se hizo el año pasado (mes pasado dentro de juego), así que no tenía sentido repetirlo, pero claro, también se suponía que teníamos un tesoro de antes los mercenarios y por aquello de que era otra partida no nos lo dieron. Al final se impuso la lógica y esas antorchas no eran más que para iluminar y que las tuviesen los comandantes.

Después de lo del consejo ya hubo mucho mejor rollo con los irmandiños, y entonces aparecieron las incursiones nocturnas. Hubo cierta paranoia al principio, pero el ataque a varias mercenarias sufrieron demostró que era cierto. También estaba el hecho de que 7 u 8 tíos con capas oscuras que nadie reconoció se pasearon por el campamento, pensé que podrían ser cazarrecompensas, así que me puse en guardia. De hecho me extrañó que hubiesen entrado sin ser vistos, porque salieron por la entrada principal y no los había visto antes, así que pensé que habrían entrado por otro sitio.

Lo que no sabía es que había varias entradas al campamento, y serían sobre las 3:30 cuando aparece un mendigo pidiendo ayuda en su entrada. Se vé que lo que debían ser unos Zúñiga estaba provocando a los que hacían guardia para que les siguiesen, seguramente a una emboscada, y necesitaban gente por si acaso. Fuí un rato por ese camino, con mendigos, trobadores y no sé quienes más, pero no se veía nada, así que volvimos atrás para guardar la entrada. Cerca de las 4 era obvio que nadie iba a ir, así que me retiré a dormir, estaba realmente muerto ya a esas alturas.

Próximamente, más ;)

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