martes, octubre 23, 2007

Un mercenario entre Irmandiños (II) - Sábado

Dada nuestra todavía precaria situación entre los irmandiños se había hablado la noche anterior, la del viernes, de levantarnos antes de las 10 para poder salir justo a esa hora, cuando comenzaba el juego, hacia la atalaya, uno de los puntos que deberíamos atacar al día siguiente. Ante la deducción de que los cazarrecompensas, con quienes nos íbamos a enfrentar en la atalaya según un poco inteligente plan, llegarían antes de todas formas, pues la tenían mucho más cerca que nosotros, se propuso levantarnos pronto de todas formas para ensayar formaciones y tácticas, principalmente por aquello de pretender que eramos un ejército entrenado.

A la hora de la verdad hasta las 11 y algo no estuvimos la mayoría de los mercenarios despiertos, supongo que pensaríamos que tampoco valía la pena matarse tanto, poco iba a influir lo que hiciéramos en tan poco tiempo. Y aún me atrevo a decir que fuimos de las irmandades que más pronto despertamos... pero eso es lo bueno del campamento irmandiño, que hay fiesta hasta las mil.

Hacia las 12 y algo nos pusimos de camino hacia la atalaya y, contra las previsiones de que este año habría lluvia, igual que el anterior, lució bastante un sol apenas otoñal que hizo la marcha un poco más agotadora. Al rato de empezar la caminata cuesta arriba de unos 3 kilómetros, bastantes ya suspirábamos por el agua que nos habían dado los "suizos" (los simpáticos encargados de los suministros, llamados así por su color naranja que recordaba la Guardia Suiza) y que muchos habíamos dejado atrás pensando que no haría falta. Apenas un par de horas antes hacía bastante frío, pero a esas horas era bastante fácil sudar un poco.

Así llegamos a la atalaya, y, como no sabíamos qué podían haber preparado arriba fuímos unos cuatro exploradores a reconocer el terreno. Nos encontramos varios bloqueos con ramas, que tuvimos que apartar, y avistamos sus propios exploradores, y después su ejército. El grueso de nuestro ejército subió tras nosotros, y tras ciertas cavilaciones, aún faltándonos uno de nuestros comandos que se había unido a otro ataque, nos acercamos a ellos. Parecía que no estaba Pimentel, a quién queríamos matar para que sus cazarrecompensas se quedasen sin líder y desertasen, y estuvimos esperando refuerzos para poder machacar sin piedad a los cazarrecompensas. Varias veces se dijo que venían, pero no llegaron.

Finalmente uno de nuestros mejores guerreros y un auténtico gigante de los cazarrecompensas se enfrentaron. Aunque el nuestro luchó bien, hay que reconocer la superior habilidad (o fuerza, no estoy seguro) de su contricante, y cuando nuestro héroe estuvo contra las cuerdas Conan dió orden de atacar.

La batalla que siguió fue bastante limpia, aunque muchos nos sorprendimos de la enorme tendencia de los cazarrecompensas a "segar la hierba", esto es, atacar nuestra piernas. Pero pronto aprendimos a cubrirnos y hacer lo propio. Luchamos bien, aún estando en inferioridad numérica (seríamos 30 contra unos 40), y creo que les hicimos nosotros más bajas que ellos a nosotros, pero tuvimos que retirarnos.

Después de eso vino un largo período de impasse, de espera, en el que estuvimos esperando refuerzos, una cazarrecompensas quiso desertar, los heridos bajamos a curarnos (yo perdí la mano izquierda por quedarme a sólo una vida, dentro de la desgracia lo menos malo, porque las otras opciones eran perder uno de los dos ojos o la otra mano; con la izquierda al menos podría sujetar el escudo con el muñón), y luego varios exploradores buscamos una ruta alternativa por debajo de la atalaya para llegar por el otro lado al castillo, infructuosamente.

Finalmente, decidimos bajar y dejar que los cazarrecompensas se pudrieran ahí: si nos querían matar que vinieran ellos, a nosotros sólo nos interesaba matar a Pimentel, quien los había contratado, y no estaba ahí. Al llegar abajo llegó un mariñeiro (creo) pidiendo ayuda para mantener el arco, pero no llegamos a tiempo, cuando estábamos cerca un árbitro nos dijo que ya se había parado el juego (de 3 a 4 se dejaba tiempo para comer). Abajo, en el cruce de camino donde se baja desde la encrucijada aún no se había parado el tiempo, y se vé que los cazarrecompensas se habían hartado de esperar y bajaron. Por la pausa para comer se dejó en esa situación.

Después de comer se volvió a la situación anterior, pero Pimentel apareció de la nada, para evitar que sus cazarrecompensas pudieran desertar. Hubo quejas, obviamente, porque antes no estaba ahí y no tenía sentido que hubiese llegado de la nada, salvo alguna oscura magia extraña fuera de juego, así que se volvió al castillo. Se ofreció a los cazarrecompensas que se unieran a nosotros, unos 17 los hicieron (entre los que después de la partida descubrí que había dos espías, como cabía esperar), y el resto murieron a nuestras manos y de otros irmandiños que nos ayudaron (aunque nos sobrábamos, era cosa de 60 contra 13, además de que ellos no se habían podido curar y nosotros sí).

Ahora que habíamos resuelto nuestro asunto podíamos ayudar a los irmandiños en sus batallas, y se nos condujo a la encrucijada delante del castillo, donde nos esperaba el grueso del ejército malfeitor. Las dos batallas que hubo ahí fueron multitudinarias, y en ambas considero que los irmandiños ganamos, aunque en la primera nos ordenaron retirarnos (y eso que los estábamos echando atrás y haciéndoles perder terreno). En la segunda no hubo duda de nuestra victoria, pues después de intentar encontrar un hueco en las filas durante esa batalla, sin mucho éxito, acabé por unirme al ataque en el arco (para cortarle la retirada a los malfeitores), y pude ver la estampida que hicieron los malfeitores tras recibir la orden de retirada. Era tan masiva que muchos de los que estábamos atacando el arco huímos pensando que venían a por nosotros, y si ya estaba difícil la cosa contra los Zúñiga que los defendían mucho peor aún si se venían esa masa de Fonseca y mercenarios portugueses.

Afortunadamente, un ejército en retirada, según las reglas, igual que no puede ser atacado tampoco puede atacar, así que nuestra batalla hubiera seguido igual. Pero debo decir que cuando ves a más de 100 tíos venir en tu dirección a toda caña es difícil recordar eso, sobre todo si llevas todo el día luchando y ya estás bastante cansado.

Bueno, no sé si me olvido de alguna batalla más en la que participase ese día, pero esas al menos son las más importantes. Antes de irnos, aparecieron unos quince mercenarios portugueses, diciendo que no les habían dado toda la paga en el castillo, y diciendo que se pasarían a nuestro bando por 6 monedas cada uno (una auténtica salvajada). Estuvimos discutiendo mucho qué hacer con ellos (porque al ser mercenarios en teoría se integrarían en nuestra irmandade), y al final los irmandiños los aceptaron (nosotros los dejamos a su bola, sólo aceptamos a los cazarrecompensas), en principio sin pagarles nada (o lo aceptaban o rían y tenían que jugar con el segundo personaje), aunque alguno me dijo que al final si les pagaron algo.

Después de eso vuelta al campamento. Durante el camino los paranoicos fidalgos nos exigieron que les protegiéramos, aunque como se demostró no hubo ningún peligro para ellos durante el camino. Por el camino fui un rato con los portugueses, que contaban las luchas internas entre los señores nobiliarios, cómo Pimentel tenía el control del castillo y por ello no pudo estar en la atalaya, que Fonseca estaba desaparecido y se suponía que los teníamos secuestrados nosotros (en realidad, fuera de juego, al actor le surgió un asunto familiar) y "anécdotas" como el hombre que estando borracho cayó por unas escaleras del castillo y después de un golpe con el que se abrió la cabeza se quedó dormido. También que habían desertado por estar hartos del desprecio de los nobiliarios, por aquello de ser carne de cañón.

Con eso llegamos al campamento, cansados y sudados. Desgraciadamente la enorme capa de barro que se había formado en las duchas recomendaba evitarlas si no se llevaban chancletas, y yo, como la mayoría, no las había llevado, así que tuve que aguantar mi incomodidad hasta que pudiera llegar a mi casa. Aunque ya el año pasado había tenido que hacer igual, claro que en esa ocasión la constante lluvia hacía que no fuese tan necesario (sobre todo después del enorme chaparrón del domingo). No sólo nosotros estábamos cansados, la organización avisó de que esa noche el fin del juego se adelantaba de las 4 a las 2; de ahí en adelante podría seguir jugando el que quisiera pero sería sin supervisión a no ser que algún árbitro les hiciese el favor de aguantar algo más. Es comprensible, había sido un día muy duro.

De todas formas el campamento al poco de llegar todos volvió a anirmarse, así que había más cosas en qué pensar, como vigilar a los desertores que se nos habían unido. Principalmente por si podían intentar matar a Conan, o algún líder irmandiño. Pero no sólo ellos, porque durante la cena varios mercenarios controlábamos a un grupo de mendigos que se había colocado en una mesa que habíamos ocupado nosotros la noche anterior. No pasó nada al final, pero había que estar ojo avizor.

Es decir, a pesar del cansancio seguía habiendo mucha vida en el campamento. Los fidalgos, por ejemplo, querían hacer una incursión en el castillo y por ello pedían un máximo de 10 mercenarios que les ayudasen. Los motivos no eran muy claros, decían que querían entrar a matar a algún líder, y eso me era interesante, ya la noche pasada había propuesto a otros mercenarios el ir nosotros de incursión para ver si conseguíamos acabar con Pimentel, pero no cuajó. Aparte de eso, era sospechoso, y quería enterarme de las posibles traiciones de primera mano.

El problema es que me faltaba un punto de vida, y si iba a una misión que podía ser tan peligrosa quería estar en perfectas condiciones, así que estuve buscando a la menciñeira, pero nada, no apareció hasta más de media hora después, en la zona oscura del campamento, rodeada de mariñeiros, y para entonces ya era tarde, ya se habían ido. Pero eso no significó que no hubiese nada que hacer.

Se vé que bastantes nobiliarios se aburrían arriba, y tuvimos que hacer frente a varias incursiones, que yo recuerde al menos tres.

La primera de ellas fue realmente rara, porque si bien al principio la alerta parecía indicar que el grupo atacante era bastante numeroso, cuando me acerqué para mirar (bueno, con esa oscuridad es un decir, yo veía lo que permitían las antorchas) sólo parecía haber tres. De todas formas, aunque hubiese habido alguno más, ya sólo con la fila de 7 u 8 irmandiños que tenían delante (el resto estábamos detrás, mirando el suicidio de los nobiliarios) no tenían esperanza. Como parecía que hacían poco más que guardar la línea me volví dentro, supongo que los nobiliarios acabarían por huír.

Al rato vuelve a sonar la alarma, y esta segunda incursión hay que decir que fue la más extraña de todas. Aparecieron varios Fonseca escoltando lo que decían que eran prisioneros nuestros. En un principio pensé que los habrían capturado en la batalla, o que serían de nuestra incursión, que habría sido frustrada. La realidad, sin embargo, fue bastante más delirante. Nadie los reconocía como irmandiños, y comenzamos a sospechar. Los escoltas, con la presión, decidieron suicidarse de una manera estúpida. Resulta que nuestros supuestos prisioneros eran Fonseca que se había puesto ropa normal por encima de sus tabardo, supongo que para intentar parecer irmandiños
, y todo el grupo había montado esta tontería para entrar, fuera de juego, a nuestro campamento a pasarlo bien.

Tiempo después llegaron los de la incursión, se vé que les habían tendido una emboscada y habían tenido que luchar a oscuras (vamos, desorganización y desorientación completas), ellos huyeron mientras los altos burgueses se quedaban a "cubrirles la retirada". Realmente no sé que pasó, pero intuyo que eso había sido preparado por los burgueses para su beneficio, y probablemente fue entonces cuando acudieron al castillo a negociar su pase y obtener dinero con el que esperaban comprarnos para que nos pasásemos con ellos al bando nobiliario.

Un rato después hubo una nueva incursión, esta vez ya seria e importante, de unos 30 nobiliarios, que llegaron hasta justo antes de la zona donde empieza a iluminar el foco de la entrada, que además tiene una pequeña elevación que les daría ventaja en caso de combatir.

Como no queríamos combatir a esas horas, y ellos, por lo que se vió después, tampoco, todo quedó en una tensa situación de líneas enfrentadas (habría unos 50 ó 60 de nuestro lado, más los que estábamos un poco más retirados, y los demás que seguían de fiesta en el campamento), pero no hubo combate. Lo que sí hubo es muchos gritos, y al rato fue Alonso de Lanzós a enfrentarse a ellos (no recuerdo que les decía). Al cabo de un rato la cosa resultó monótona, así que me fuí, y poco después se vé que algún infiltrado de los nobiliarios apuñaló por la espalda a Lanzós.

Así que había que elegir nuevo lider, pero a esas horas la gente no estaba por la labor, ya había bastantes borrachos, y todos estábamos muy cansados, así que quedó para el día siguiente.

Cuando fueron las dos me retiré a dormir. No sé bien qué pasaría luego, pero a esas horas me era indiferente lo que pudiera pasar, estaba muerto de sueño y cansancio, y quería retirarme a mi "fuera de juego", la tienda.

Pronto, la tercera y última entrega ;)

No hay comentarios: